Versão Inglês

Ano:  1937  Vol. 5   Ed. 1  - Janeiro - Fevereiro - ()

Seção: Trabalhos Originais

Páginas: 03 a 21

 

CONSIDERACIONES DE ÍNDOLE MÉDICA SOBRE LOS RUIDOS DE LA CIUDAD (*) -PARTE 1

Autor(es): PROF. PEDRO BELOU

BUENOS-AIRES - Membro titular da Academia de Medicina de Buenos-Aires.

INTRODUCCION

Sr. Presidente del Instituto Popular de Conferencias Señoras y Señores:

Con evidente agrado tengo el honor de dirigirme al pueblo de mi País, desde la plataforma de esta Cátedra de alta cultura de La Nación.

Y a este agrado y honor, se une la emoción espiritual de ser presentado ante este distinguido auditorio, por un viejo maestro a quien respeto, mejor dicho a quien benero. Esa veneración no es la expresión de un afectuoso nexo de solidaridad moral y afectiva, que ya time tradición en los anales de nuestra vida universitaria, no es mi participación en la expresión unánime de un concenso nacional que ubica la voz del patriarca, haciendola flotar sobre las cumbres de la Patria.

Mitre, aquí presente, hubiera reeditado en su obsequio los versos inspirados del Himno al Sol, que el maestro dedica al prócer, y hubiera particularmente suscripto una de las estrofas-de esa triunfal apoteosis, elaborada en horas de dolor y riesgo de muerte: "Que aún viejo el cuerpo, jueventud abona.

Circunstancia casual determina que esta conferencia coincida con la semana que el Instituto Cultural Argentino-Brasileño tiene fijada para la organización de actos tendientes a objetivar la expresión de nuestra solidaridad espiritual y afectiva con el gran pueblo brasileño. Don Rodolfo Rivarola que preside este acto es a su vez el presidente honorario de aquel Instituto, y ha querido asociarle, con las palabras que acabamos de escucharle, a un renovado homenaje hacia el país hermano. Sabe é1 que en tal sentido me tiene entre los soldados de avanzada, y lo sabe bien porque en el correr de esta última etapa de vida, que se refiere a 20 anos de comunión espiritual, juntos hemos estado cuando en 1921, nos tocó en Rio de Janeiro actuar en Academias y Facultades en representación de nuestro País, llevando nuestro verbo de confraternidad espiritual, y frescos están aún los actos realizados el ano pasado en la misma semana commemorativa en que me tocó historiar bajo su digna presidencia el movimiento cultural médico del Brasil.

Con evidente agrado me asocio por consiguiente a la noble idea del maestro de poner este acto, que dedicamos al perfeccionamiento de la cultura argentina, bajo los pliegues de esa, armoniosa bandera de compenetración y solidaridad que anhelamos para nuestra América.

El tema que pienso desarrollar hoy, menor dicho que voy ligeramente a esbozar corresponde a un problema de índole social y edilicia que está a la órden del día. La síntesis de su compleja contextura puede expresarse en tres enunciados:

Hay en el desenvolvimientos de la urbe ruidos excesivos. Los ruidos excesivos y extemporáneos son capaces de alterar la fisiología de los habitantes de la ciudad.

No se concibe en la urbe la supresión total del ruido, que es factor conexo, y efectivo de su proprio dinamismo, pero puede preveerse una terapéutica social tendiente a suprimir los evitables y a coordinar los inevitables, dentro de una recepción tolerable para los órganos sensoriales de sus habitantes.

El problema es de reciente establecimiento en el Mundo; é1 ha venido particularmente aparejado con los grandes progresos de la mecânica que ha puesto sobre todo en acción el funcionamiento de motores bulliciosos, y de las velocidades excesivas dentro de la planta urbana.

Es un problema inherente también al incremento sensible de las poblaciones civiles en el último siglo; y es particularmente de las mas pobladas de donde ha partido la voz de alerta; Nueva York y Londres, en menor escala Paris; y en menor aun Berlín, Roma y Viena han tenido que preocuparse por tan importante problema urbano y han puesto en acción también sus Academias y Corporaciones Científicas para que estudien el problema de un punto de vista médico y propongan las medidas necesarias para conjurar los trastornos colectivos generados por esta nueva manifestación del dinamismo de las urbes.

Es indudable que la ciudad inquieta y turbulenta, concluye por momentos por hacerse intolerable, con el ruido de los motores de su locomoción mecánica rodante, autos, motocicletas, tran-vías, trenes, camiones, autobuses - monstruos del infierno, con el trepidar de los escapes de sus motores a función imperfecta, con los cambios de sus velocidades, con los terroríficos carros de transporte allantas macizas que hacen vibrar las casas hasta en sus cimientos, con las botinas de los autos con toda la gama de las percuciones audífonas; con las campanas trepidantes de sus tranvías; con los cruces de vías y de cambios de riel de los mismos; con la fricción excesiva del rodaje sobre as vías; con el uso inmoderado de los frenos; con las perforadoras de los pavimentos, verdadero instrumento de conmocíón cerebral para los obreros que las manejan, y de contusión timpánica intolerable para los oídos vecinos que tienen que padecerla; con el pregón bullicioso de los vendadores ambulantes de periódicos y baratijas, y con los ruidos multiformes de sus fábricas en trabajo, con sus fonógrafos y alto parlantes fijos y ambulantes, que llevan hasta la obsesión delirante receptiva a los que se ven obligados a recibir sus ondas incesantemente a horas del día y a deshoras nocturnas; con sus orquestras impertinentes que informan de sus jazz band a los vecinos de toda la barriada; con los ruidos estridentes polimorfos creados por la bullanguería de una población expresiva, que perturban la lectura de los recogidos, en las casas, en el tranvía, o en el tren, o el tranquilo reposo nocturno a que todo habitante de la ciudad tiene un relativo derecho de aspirar; con toda esa orquestra destemplada y desacorde de los mil ruidos de toda índole con que los habitantes de la ciudad se obsequian los unos a los otros, llámense campanillas estridentes, o carrocerías que rechinan, silbatos de locomotoras que perforan tos tímpanos bajo el techo de las estaciones de su destino, chirridos intolerables por falta de lubrificación de las vías, motores en marcha, trabajos de edificaciones y de demoliciones, remoción de escombros; cargas y descargas; gritos y ladridos; charlas intempestivas en la calle; vocinglerías estrepitosas; tertulias bullangueras a horas del nocturno reposo con uso inmoderado dentro de locales y domicilios, de radios, cantos, e instrumentos musicales; pitos de fábricas y pitos de agentes de tráfico; ruidos de los gobernados y ruidos de los que gobiernan. Es indudable que el habitante de la ciudad concluye por recibir una cuotidiana ofensa sensorial con este ruido excesivo colectivo, y tiene fatalmente que sufrir paulatinamente con ella una percución nociva no solo sobre sus oídos, órganos inmediatos de recepción sinó sobre su psiquis, sobre su carácter, sobre su tonus de excitabilidad, sobre sus aparatos orgánicos conexos por sus vínculos activos intra-neurales, generando finalmente un temperamento urbano que no por el hecho de acostumbrarse mas o menos tolerantemente al bullicio inconexo y destemplado, deja de sufrir los efectos mórbidos de esta irritante excitación sensorial, en la que por supuesto no todos los temperamentos reaccionan en la misma forma, siendo algunos de ellos mas buido-resistentes que otros. En este sentido los cerebros de la clase intelectual reaccionan mas intensamente que los cerebros inadaptados para las altas especulaciones del espíritu; las personas de edad provecta son mas sensibles que los muchachos; y los efectos mórbidos son mas acentuados en los temperamentos frágiles y emotivos, en los neuro-sensibles, en los convalescientes, en los enfermos y en los ancianos.

Los ruidos a deshora, perturban el sueno, función sine qua non para la reparación de las fatigas de la vigilia, regulador indispensable de un normal funcionamiento del organismo.

Los modernos procedimientos de transmisión, han contribuido en forma superlativa a mantener este estado de irritación crónica. Las conquistas de la civilización, el cine, la radio, llevan agregados a sus grandes ventajas sociales los peligros de su exceso o de su perversión. Todos vosotros habeis podido apreciar la bondad de sus aplicaciones en la vida moderna. Las ondas sonoras llevan a la morada más humilde y perdida en lejanas soledades los ecos múltiples de la vida ciudadana - Teatros, conciertos, pláticas diversas, disertaciones científicas, discursos políticos, anhelos o súplicas de ceremonias religiosas todo lo recogen las ondas y lo transmiten realizando con ello un verdadero y cuotidiano comercio espiritual. Pero al lado de tantas ventajas estan las desventajas de tener que escuchar cuando uno no lo desea; está ese permanente atropello que se realiza en la vía pública, y hasta en el proprio hogar, con la onda inoportuna, clamorosa, altoparlante, que desata las iras del insomne, que enerva la concentración del que medita, que perturba la ideación del que estudia, que arranca esporadicamente el grito de protesta de la sociedad desagradada en el artículo de reclamo del periódico diario, o en la queja no siempre con éxito ante las autoridades edilicias. Estos abusos han hecho así de esta verdadera maravilla del siglo, también una de sus mayores torturas; alto parlantes fijos y ambulantes conspiran por doquier contra nuestra tranquilidad.

No deseo entrar en el detalle de los ruidos intempestivos de los alto parlantes que son por lo general los que más han sido objeto de campana represiva para eliminarlos; bien por la acción de la prensa diaria que ha tomado una parte activa en esa terapéutica, bien por sus sugestiones al Município, o bien con sus crónicas intencionadas mas o menos irónicas apropósito de los ruidos molestos, de las víctimas de los ruidos, de los abusos radiotelefónicos; que los hay de toda índole, desde la campana de propaganda consistente en emplear el sistema de introducir en el oído del radio escucha el nombre de un producto determinado con un procedimiento intermitente y persuasivo que rebasa los limites de la agresividad, a los abusos de los altoparlantes de la Avenida Costanera, que han ahuyentado del paseo de la costa a los pacíficos gustadores del reposo natural, como aves que huyen de la tormenta, y han puesto en los moradores de la Avenida Alem, el grito en el cielo, ya que no pueden poner los aparatos de tortura en el piélago cenagoso del dulce mar que la bordéa.

Y vamos en marcha ascendente hacia la culminación de la guerra con la onda. Los Broadcasting empeñados en silenciarse los unos a los otros, aumentando la potencialidad de sus emisiones sonoras, y enviándose reciprocamente granadas aereas de vibraciones ofensivas; nuestro Consejo Deliberante, que no satisfecho con las transmisiones que realiza de sus sesiones por intermedio de la radio Municipal, gestiona la radio, propia, y con ello el uso exclusivo de la actual Broadcasting, lo que significa la dotación de uma nueva estación transmisora que ha de erogar al fisco alrededor de 600.000 pesos, a los fines de poder informar a la ciudad, sobre el uso y hasta del abuso de la palabra de algunos de sus señores miembros.

Si a los excesos del alto parlante, y de la radio corriente agregamos la batahola enervante de las bocinas, intolerables por momentos durante los desconciertos que realizan en las paradas de tráfico; el impertinente campaneo del tranvía, cuyo interminable pedaleo parecen ofensas directas del pié espasmódico de los motormans, sobre el oído del desdichado transeunte; el chirriar de las ruedas sobre las vías y en las curvas, los estrépitos del rodado sobre los cruces y en los cambios de vías; la mortificación audífona de las Regadas de los subtes a las estaciones de destino; las ásperas paradas de los frenos; las trepidaciones de los monstruos del averno llevando sus pesadas cargas, en marchas vertiginosas; los pitos de los agentes en las boca-calles; el suplicio en fim, de tanto ruido desarmónico, choques, vibraciones, gritos de animales bultanga de gente, es necessario desde ya afirmarlo que toda esa contusión sensorial es una permanente enemiga del habitante de la urbe, que aunque concluya finalmente por adaptarse al desdbmunal desconcierto, como concluye por acostumbrarse el obrero al estruendo de lausina, no por eso Beja menos de obrar sobre sus oídos, sobre su cerebro, sobre sus nervios, que terminan por claudicar ante el choque que los martiriza, siendo toda esta batahola fuente de perversión humana que concluye por dificultar el trabajo intelectual, por exagerar la fatiga nerviosa, por excitar el insomnio, por alterar el carácter, por restar rendimiento a la producción espiritual de cada uno de sus componentes. El ruido así se torna un tormento físico porque trastorna las funciones mas elementales del trabajo intelectual, y porque impide o dificulta el sueno. El hombre de la urbe, agotado durante el día por este febricitante estímulo sensorial, reposa mal, y con ello se perturba el ritmo de actividad y reposo alternativo que requieren sus órganos.

A todo este cuadro no exagerado debemos agregar la lesión mas grave que se genera sobre el órgano auditivo de determinado núcleo de población que debe de trabajar y pasar todos los dias 8 o 10 horas en el seno de atmósferas auditivas turbulentas, de fábricas, herrerías, imprentas, talleres mecánicos o con complicadas máquinas a función de motores o de dínamos.

Tengo en mi memoria todavía presente el martirio auditivo recibido en la inspección de uno de esos establecimientos, realizada hace pocos meses.

En excursión de vacaciones que iniciábamos por el camino costanero a Mar del Plata, hicimos un alto en el camino para visitar la instalación y elaboración de una de nuestras fábricas destinada a la preparación de productos dietéticos. Recorrimos sus reparticiones en un ambiente auditivo realmente intolerable. El simpático químico del establecimiento que nos acompañaba en la recorrida mostrándonos los detalles de preparación de los diversos preparados alimenticios y terapéuticos elaborados en las diferentes reparticiones, nos explicaba tos diferentes detalles de la manufactura con voces a gritos, cuyo significado apenas se entendía, tal era la batahola reinante.

Al despedirnos precipitadamente de aquella atmósfera que no podría llamar irrespirable, sinó inauditiva, aproximeme a mi estimado colega universitario, que nos había acompañando hasta el auto en que debíamos proseguir nuestro recorrido, y allí bajo la sedación del aire suave de la marrana y de la paz de la campina circunvecina, pero aún medio sordo, con la intolerable impregnación auditiva que acabábamos de recibir, le dije en voz fuerte, temeroso de que no me oyera: Cuídese, mi estimado doctor, los oídos.

En Inglaterra, la junta de Salud Industrial nos ha revelado en una encuesta sumamente interesante realizada hace poco tiempo sobre empleados y obreros que trabajan balo los efectos del ruido, que un gran porcentaje de más del 70% de los examinados eran incapaces de responder en cálculos mentales y aritméticos a sua alcance, con la precisión y la brevedad con que lo hace una persona normal en estado de descanso; que de cada cinco obreros apenas uno era capaz de concentrar normalmente la atención. La prensa diaria nos ha transmitido también la estadística de la Comisión especial que en Nueva York se ha constituido para estudiar los efectos del ruido en los estudiantes de la Unión. Según sus observaciones se ha comprobado de que más de medio millón de ellos realizaban estudios con evidente retraso cuya causa originaria era motivada por la exhorbitancia del ruido urbano.

El eminente otólogo Gradenigo fué el primero que constató cientificamente haciéndolo público, los desórdenes y afecciones del oído medio e interno existentes en los obreros sometidos a intenso bullicio de fábrica.

El maestro italiano observó entonces que las lesiones que afectaban a un 30% de las colectividades obreras examinadas, correspondían a hipo-acucias o sorderas establecidas por transtornos de la transmisión sonora, - lesiones de la caja del tímpano -, por inmovilización de la platina vibrante del estribo y hasta por procesos laberínticos o del oído interno. Esta estadistica concuerda sensiblemente con los datos personales que podría yo suministrar a este auditorio.

Durante casi 30 anos de exámenes realizados sobre el órgano del oído de algunos miles de obreros cuyo trabajo se realiza en fábricas, frigoríficos y establecimientos que funcionan con intenso ruido de máquinas en su interior, he Negado a observar lesiones casi siempre bilaterales, que se clasifican particularmente dentro del grupo de las oto-espongiosis, causantes de una sordera crónica paulatina y progressiva en un 25% de los obreros adultos examinados, de ambos sexos.

Nuestro País por supuesto no podia permanecer silencioso en el sentido de la morigeración de los ruidos de la urbe. Este tema ha sido tratado en nuestra Academia de Medicina por mi distinguido colega, el conceptuado sociólogo Dr. Lucas Ayarragaray; ha sido objeto de un Congreso del Ruído en el que intervinieron con plausible esfuerzo, entre otros, los señores Lamellotti, ha sido considerado desde los diarios y revistas en artículos sugestivos como el del Dr. Germán Ballesteros en la simpática revista Viva Cien Años; desde la prensa diaria, que se ha asociado con criterio a esta importante lucha; por las asociaciones culturales, entre las cuales cabe destacar la obra realizada por Amigos de la Ciudad, que ha tomado una actitud decididamente plausible bien por su difusión con conferencias que ha patrocinado, como la del Dr. Camilo Marchesi, realizada en el Círculo de la Prensa, bien por su acción ante los poderes públicos, ante la Dirección General de Correos, llamando la atención de la misma sobre la conveniencia de impartir instrucciones y consejos destinados a evitar el uso de aparatos radio-receptores en condiciones que causen molestias al público; y finalmente las autoridades edilicias han tratado de colaborar de un punto de vista reglamentario, incorporando una ordenanza de prescripción de los ruidos molestos de cuyos resultados informaremos brevemente mas adelante.

Este exceso de impresión sensorial en la urbe pletórica de ruidos, concluye por mantener un estado de irritación latente del sistema nervioso que se traduce en los mas debiles o en tos menos adaptados por predisposiciones a desórdenes funcionales varios. Como decía, este problema social, ha llevado a los países de las capitales precitadas, al. estudio y reglamentación del ruido, y en Inglaterra y Estados Unidos, el Estado ha delegado parte de sus funciones censoras a Associaciones especiales que dedican su esfuerzo a solventar los medios de reducción de la intensidad del bullicio y a proteger paulatinamente Escuelas, Hospitales, Clínicas de esta cuotidiana ofensa sensorial.

Como vemos, Buenos Aires, no escapa al problema inquietante, que su juventud posiblemente, es otro de los motivos que contribuye a exagerar, puesno obstante la difundida afirmación de Kayserling apropósito de nuestra inveterada tristeza interior, hay que reconocer de que la ciudad afirma su condición de pueblo jóven con esa tendencia exhorbitante a manifestarlos y a tolerarlos.

Es indudable de que la urbe en estas condiciones acorta la vida del hombre; y de que cada día, si no tomamos las enérgicas medidas que éstas ofensas sensoriales generan sobre la colectividad, la profecía de Bernardo Shaw se aleja cada vez más de la realidad, cuando pronostica que el hombre del futuro merced a una higiene mas sana vivirá cien años.

Tal es el problema de sociología urbana que he deseado traer hasta este auditorio considerándole desde el ponto de vista médico, para aunar observaciones y conclusiones determinadas por una voz mas de alerta en la campana que ya viene emprendiéndose en este sentido.

Consideraré por consiguiente desde un ponto de vista técnico-médico este problema de higiene social, como si se trata una enfermedad que se pretende someter a tratamiento médico.

Lógico es entonces, que al pretender desarrollar ante Vds, - siquiera sea someramente -, las múltiples fases de este proceso patológico a considerar, que lo haga en la forma corriente clásica, que el clínico adopta para el análisis de cualquier proceso mórbido, dividiendo desde ya esta exposición en tres muy sintéticos capítulos: Etiología, Patología y Tratamiento.

CAPITULO 1

ETIOLOGÍA

Por intermedio de la sensación que se denomina auditiva el hombre interpreta conscientemente vibraciones de las moléculas del medio ambiente, que se designam con el nombre de sonidos.

Para sentir esas vibraciones dispone de los dos órganos sensoriales del oído.

Dos son los aspectos a considerar en estas breves consideraciones etiológicas. Primero el que se refiere a un ligerísimo recorrido anátomo-fisiológico sobre el órgano del oído y sus conexiones con el neuraxis.

Segundo el que dedicaremos a la génesis sonora en su calidad de fenómeno físico.
1.° Base anátomo-fisiológica de la percepción sonora. Anátomo-fisiología del órgano del oído y sus vías de conexión con los demás centros orgánicos.

Para no desviarme de esta ligerísima exposición, y concretarme solo al esquema fundamental que deseo fijaros como base indispensable que podrá servir para comprender mejor las consideraciones que he de exponer sobre la patología y terapéutica de los ruidos excesivos, objeto final de esta conferencia, voy a haceros desfilar ante la pantalla convenientemente selectadas una serie de diapositivos que me permitirán abreviar esta exposición al máximo.

Primera Proyección - Frontal de conjunto

Basta relacionar la topografía de este corte de oído a los demás elementos anatómicos coelindantes para prejuzgar la importancia capital que le incumbe al órgano desempeñar en la Patología general.

Ubicado en la cabeza, comunicando al exterior solo por el tubo estrecho del conducto auditivo externo, a su vez está conectado con el sistema nervioso central por intermedio de los nervios coclear y vestibular que en conjunto formam el nervio acústico.

Está alojado en las cavidades del hueso temporal y rodeado por todas partes por vasos y nervios importantes y en íntima vinculación con la cavidad craneana y su contenido encefálico. Estas malhadadas relaciones anatómicas hiciero afirmar a Tröeltsch - las afirmaciones siempre son exageradas cuando provienen de especialistas - , de que no existe en el humano organismo ningún otro órgano que siendo tan pequeño esté rodeado por todas partes de órganos tan importantes.

Siguen 24 proyecciones que permiten desarrollar brevemente la anátomo-fisiología del órgano del oído.

Al proyectar el Canal Coclear

Obsérvese en este corte del canal coclear la variada disposición celular del órgano de Corti. A simple vista, cualquier profano se dá cuenta del aspecto instrumental que presente este órgano, con células alineadas en teclado, realizando algunas de ellas figuras arquitecturales, siempre las mismas, que hacen sospechar en un instrumento mas complicado y perfecto que cualquiera de los que ha creado el hombre, como instrumentos musicales.

Vean, señores, que este detalle que ofrece la proyección es el ofrecido por el corte histológico del tubo coclear, hecho en dirección perpendicular al desarrollo de su gran eje, lo que hace que el canal coclear con sus dos vueltas y media sobre sí mismo, esté formado por un sinnúmero de planos de este tipo adaptados unos sobre otros, que van agrandándose sucessivamente desde el vértice del caracol en donde principia el tubo coclear, y que es la parte mas estrecha del mismo, a la terminación de este en el vestíbulo, que corresponde a su parte mas calibrada. Así sucede que las células del órgano de Corti conservan siempre la misma morfología y disposición en el corte, pero van sucessivamente aumentando de tamaño a medida que nos aproximamos a la terminación vestibular del tubo.

Está tan magistralmente conformado el instrumento coclear para la impresión vibratoria, que aunque la fisiología no lo demuestra, - la fisiología está todavía en panales apropósito de este mecanismo de impresión - a mi no me cabe duda alguna de que todo este instrumento celular está condicionado selectamente, para que las células, según su calidad, su posición y su tamaño, reaccionen exclusivamente, tal como lo pensó Helmholtz, para la impresión de determinadas vibraciones auditivas, siempre las mismas; y de que la elaboración de la impresión auditiva se realiza en el órgano coclear como el registro de conjunto que puede dar cualquiera de nuestros instrumentos musicales por la combinación de las notas arrancadas a sus teclados o cuerdas.

He querido en este rápido exámen de la anátomo-fisiología del aparato sensorial presentaros lo que podríamos llamar un somerísimo esquema de la morfología y función de este órgano, con el solo fin de hacer resaltar de que este órgano sensorial, con su vía doble coclear y vestibular a terminación en sus nucleos bulboprotuberanciales, a su vez conectados complejamente con el manto o corteza encefalica, constituye un aparato anátomo-fisiológico que podemos llamar laberíntico, cuyos centros de sensación sonora están en el lóbulo temporal del cerebro, y cuyos centros de orientación y equilíbrio radican en el cerebelo, en los nucleos rojos del mesencéfalo, en nucleos bulbo-protuberanciales, y en fin en la corteza cerebral; y que es de éstos que parten las transmisiones correctoras a todos los otros nucleos bulbo-protuberanciales, que presiden la restante inervacián de la cabeza, y de los úrganos del cuello, tórax y abdomen, existiendo un vinculo principal con las vías motrices del equilibrio y del sentido muscular o quinestésico. Como se ve trátase de un aparato finísimo, con complicadas vías de conexión intra neurales, que hacen de él complejísima red correctora y transmisora, de modo tal que la acción electiva sensorial repercute a los múltiples sistemas coordinados de la vida de relación vegetativa, actuando con repercución inmediata sobre la visión, - hay una forma curiosa de percepción asociada, que se llama audición coloreada y. que consiste en la evocación de un color determinado por la audición de un determinado sonido; con repercusión sobre el gusto, sobre el olfato, sobre el aparato motor, sobre los centros encéfalo-espinales; y simpáticos que presiden los funcionamientos cardíacos, circulatorio, respiratorio, digestivo, urinario, genitales y de regulación metabólica, con vínculos con el grupo de las sensaciones internas que constituye el sentido quinestésico, grupo tal vez el mas importante y el mas extenso, que constituye casi el fondo básico de nuestra vida mental, la base de la personalidad física, el germen al decir de Ribot, de la personalidad total del individuo; sobre los centros hipotéticos de la inteligencia, de la emotividad en todas sus ramas, alegría, tristeza, entusiasmo, pasión, amor, actuando en una palabra sobre la vida psico-fisiológica del ser humano.

La anátomo-fisiología explica en gran parte, y lo que no explica lo deja suponer con evidente sugestión de estar en lo exacto, el porqué los sonidos pueden determinar según su acción electiva peculiar regional, alegría, tristeza, temor, entusiasmo, pasión, impulsos guerreros, fiebre erótica, éxtasis místico. El refranero popular ya tos tiene bautizados y clasificados Cuando habla de canciones digestivas, de músicas palpitantes, de tonadas lascivas, de cadencias sedantes, de hosannas victoriosos, de acentos religiosos.

2.° El sonido - el ruido.

He aquí, señores dos palavras que corresponden ambas a vibraciones físicas de análogo origen, y que son sin embargo de difícil definición.

Que dicen los físicos? Sonido es toda sensación excitada en el organo del oído por la vibración de un cuerpo, vibración que se transmite por un medio elástico.

El sonido puede temer una duración mas o menos larga. Si es de larga duración es un sonido musical, si es de corta duración o mezclado, un ruido.

El estampido del cañón, el rumor del trueno son ruidos.

Cuando se comparan entre si varios ruidos que guardan en el número de las vibraciones que los determinan, una relativa relación proporcional se obtiene la sensación de sonido.

Por ejemplo si tomamos varios trozos de madera, y los recortamos con longitudes convenientes de acuerdo a las leyes que rigen La producción de las vibraciones, y los dejamos caer uno después de otro, podemos experimentar la sensación de la escala musical o de un acorde y obtener una sensación agradable.

Sonidos y ruidos tienen los mismos aspectos o caracteres a considerar: la intensidad, la altura, y el timbre, cuyas definiciones todos Vds. conocen. La intensidad se refiere a la impresión en el oído con mas o menos fuerza y depende de la amplitud de la onda vibratoria; la altura a la propiedad de ser mas o menos grave o agudo; y el timbre a la propiedad que le hace característico de tal o cual instrumento vibrante.

De estos tres caracteres los dos primeros tienen especial vinculación con el tema que tratamos referente a los ruidos excesivos.

En efecto, el oído tiene un limite de tolerancia para la intensidad, mas allá del cual la percepción de la intensidad no puede crecer, en cuyo aumento escuando el órgano está particularmente expuesto a las contusiones vibratorias, ofensivas así como tiene un limite de perceptividad dentro de una escala numérica de vibraciones, mas arriba o mas abajo de la cual los sonidos dejan de percibirse, bien por exceso de agudeza o bien por defecto de gravedad.

Este limite es variable para cada persona y depende de la calidad funcional de su órgano auditivo; pero puede aceptarse como dato aproximado que rige para la altura, de que un sonido que corresponde a menos de 32 vibraciones por segundo, límite auditivo de los sonidos bajos, deja de percibirse; así como deja de percibirse también un sonido cuyo número de vibraciones excede de 20 a 40 mil vibraciones, - limite auditivo como se vê muy variable de los sonidos mas agudos. Ello significa que nuestro oído está acondicionado para el registro aproximado de 11 a 12 octavas.

Una condición peculiar que no debo silenciar, es de que en la natureza rara vez se produce un sonido simple, tal como lo genera la vibración del diapasón. La mayoría de los corrientes son compuestos; es decir sonidos fundamentales asociados simultaneamente de armónicos, que son estos últimos los que determinan la cualidad del timbre peculiar para cada instrumento y peculiar también para la laringe humana. Estos armónicos son determinados por grupos de vibraciones asociadas, cada una de las cuales conserva con el sonido fundamental, una proporción en el número de vibraciones semejantes a la que existe en la escala aritmética de los números seriados, 1-2-3-4-5-6.

Entre estas sonidos compuestos, los asociados en armónicos poco numerosos poco intensos y poco elevados, son los mas agradables; y en esta categoría se encontran los producidos por la voz humana, por las cuerdas y por algunos tubos como la flauta. Considerado desde este punto de vista el instrumento productor de sonidos mas dulces, es la laringe humana, y todos vosotros estareis conmigo de acuerdo en no haber auscultado sonidos que puedan rivalizar con el terciópelo acariciador de los acentos oídos a Claudia Muzzio, a Gabriela Bezanzoni, a Regina Storchio o a Tito Schipa.

En cambio cuando el sonido fundamental está acompanado de armónicos numerosos intensos, y sobre todo elevados, el timbre se torna agrio, y es menos tolerante para el órgano auditivo; y en esta categoria hay que clasificar el de las trompas, clarinetes e clarines.

Los fisiólogos extienden mas los limites diferenciales, considerando como sonidos las vibraciones periódicas y regulares que determinan sensación de sonidos musicales, y como ruidos las aperiódicas e irregulares.

Como Vds. ven, ni físicos ni fisiólogos logran precisar con exactitud los limites diferenciales, por lo que creo que nadie mejor que cada portador de oídos puede decidir para sí lo que es un sonido y lo que es un ruido; interpretando como sonidos las vibraciones rítmicas que determinan una impresión melodiosa, o por lo menos agradable, y como ruidos todas aquellas que no respetan reglas cromáticas, que ofenden nuestros oídos, con una impresión desagradable o desarmónica. Definición a piacere, que debe de contar con las modalidades de interpretación individuales, que determinan opiniones tan diferentes en lo que se refiere a apreciaciones musicales. Inútil será de que os traiga ejemplo de esa diversidad de concepto, que determinan los cultos musicales raciales distintos, el amor del negro al tamborileo del candombe, y el del amarillo a las músicas monótonas y acompasadas de Tokio, que al blanco le producen tedio, indiferencia o sueno; y entrando en el terreno de las asociaciones, la multiplicidad de gamas en uno u otro sentido, que lleva a los sonidos a transformarse en ruidos, y a estos en sonidos, o a determinar estados pasionales inversos a sus calidades respectivas. Pasearnos sobre este aspecto fisio-patológico del tema, seria obligarnos a no poder cumplir con el cometido que me he propuesto, por lo cual a título de sugestión solo quiero recordaros algunos matices de estas asociaciones.

Así de los ruidos desarmónicos de las muchedumbres enardecidas, generadores de altos sentimientos patrióticos; de los grandes estrépitos del trueno generadores de sentimientos de terror; ruidos persistentes que adormecen como el del tren y el del avión, que no obstante ser este último casi insoportable el pasajero no desea que termine, porque indudablemente el silencio significa la muerte; ruidos agudos que injurian como el silbato de la locomotora; ruidos leves agradables como el piar de los pájaros, el avión que surca lejos en las nubes, la gota pausada que cae del alero en una mañana invernal, el susurro de las hojas en una tarde de siesta; ruidos pequeños que espantan, un roedor que corretea en la pieza silenciosa, un gato que se desliza suavemente en un despertar nocturno; ruidos pequeños que estimulan, voces que cuchichean en secreto; dulces sonidos que siempre agradan, los acordes de nuestra guitarra, y que a veces empalagan la excessiva dulzura de ciertas melodías en las cuerdas; músicas que entusiasman o irritan segun los momentos, los jazz norteamericanos; quidos metálicos que agradan, el criar de las ranas en las noches serenas del campo, desde el pajonal obscuro; ruidos a efectos múltiplos, el tronar del cañón que excita al entusiasmo y al sentimiento bélico en el soldado, o le infunde espanto, pavor; ruidos siempre desagradables, las conversaciones altas en el tren en marcha para el pasajero con vistas a la lectura, la niña que aprende el piano e informa de sus progresos en el teclado al desdichado vecino que la soporta; los intempestivos de animales domésticos en horas del sueno, tal el del gato rondanero que maúlla desapiadadamente, ruidos éstos que determinan a veces sentimientos animalicidad, como los del andalúz del cuento que desesperado por el canto matinal del gallo resuelve torcerle el cuello para llevá el reló a componé; ruidos que en horas del sueno sin ser de animales también molestan airadamente; el pasajero del hotel que no concilia el sueño con el ronquido acompasado y estridente de un plácido vecino, tabique por medio; la rueda del molino que rechina sobre sus goznes, mientras el desventurado mortal que ha huído a la casa de campo en procura de sedación para sus nervios atormentados, no pega ojos; y no prosigo en esta gama de asociación psicológica por cuanto el tema se abre extraordinariamente y me obrigaría entonces al análisis de todos los factores predominantes que dependen no tan solo de la génesis emisora sinó de la receptividad individual y de la recepción.

De la génesis emisora, digo, que vá de Schubert con sus melancólicas romanzas, con el encanto de su música triste, en cuyos ritmos las almas pasionales se desmayan, a los acentos frívolamente humanos y dulcemente sentimentales de Puccini; de las consonancias purísimas
de un Alcestes de Gluck a los acordes suaves y vaporosos de un minuetto de Mozart; y que culminan en la polifonía compleja, enorme, estupenda, de ese formidable Wagner cuyos acentos extraordinarios por momentos disonantes y estentoreos quedarán como la expresión mas acabada y genial de la interpretación musical que cuadra al movimiento de las grandes pasiones humanas, alegría guerrera, éxtasis religioso, orgías sagradas, delírios de amor, y que nos afirma con su elocuencia que no podría haberse creado otra música para interpretar mejor el hojotoho de Brunilda, el grito de guerra impetuoso, desgarrado y salvaje de la hija de Wotan, o el himno a la muerte pura y libertadora del Tristan, o el entierro del héroe de la Poesia de la leyenda germánica, de ese Sigfrido, que bafo el tanìdo de las trompas planideras y espeluzmantes marcha hacia el Walhalla de la inmortalidad y de la gloria, sobre su escudo de ébano, seguido por el lamento de la humanidad, pobre prisionera de la vida que busca ansiosa el resquício por donde penetre el rayo de belleza que alegra y conforta.

De la receptividad individual, he dicho también señores, porque los hombres constituyen una gama infinita de percepciones diversas; que obliga a clasificarles en acústicos ordinarios, acústicos hipersensibles, con sus intolerancias superlativas, - tal Falla, el embrujo creador del amor brujo, aislado en su posesión campestre para no turbarse con el ruido de la radio que detesta; hipersensibles, que a su vez lo son segmentarios, quien tiene intolerancia especial por los cobres, y se deleita con las cuerdas, o intolerancia de altura que les obliga solo a escuchar músicas en surdiná, o intolerancia de timbre que les lleva a no tolerar ciertos instrumentos, la gaita, el saxofon; acústicos hiposensibles, que se deleitan con las músicas estridentes; y en cuyo grupo aunque no con las mismas características están los hiposensibles por deficiencia del propio oído, con todos los matices de la sordera crónica. Agreguemos a ellos los acúsicos, a los que oyendo, por exclusión, no escuchan, pués así como hay ojos que miran y no ven, hay oídos que oyen y no escuchan; y los acúsicos reales que adolecen en la práctica de la supresión del órgano sensorial, lo que determina la sordera completa, vulgar.

En esta última categoría pasó la mayor parte de su vida el gran sordo que fue Beethoven. Os traigo su nombre a colación por cuanto él personifica otro aspecto raro de la función de asociación sensorial, solo explicable en el genio. Todos vosotros os habeis deleitado con las geniales melodias de Beethoven. Todos vosotros os habéis extasiado con los dulces acentos de su Claro de Luna, con la trágica tristeza de su Sonata Patética, con el fantástico scherzo de su Sinfonia en do mayor, pero lo que probablemente no todos sabeis es que su creación musical culminante la produjo en plena sordera; y de que los acentos heroicos de su sonata al Emperador Alejandro, la emoción épica que imprímió a su Sinfonia Heroica, el anhelo impetuoso que infundió a su Segunda Sinfonía, fueron inspiraciones musicales elaboradas en el triste período de la vida de este titán compositor, en que para hacerse entender tenía que comunicarse por escrito con sus vecinos. Fué una sordera juvenil, posiblemente una oto-espongiosis, que el autor mantuvo desde muchos anos antes en secreto y que constituyó el tormento mayor de su vida. Traigo el ejemplo por cuanto no podría encontrarle mejor en la historia de la concepción musical, para demostrar, como el arte de expresión melódica, puede llegar como en este caso a una perfecta elevación no obstante la vulneración de la vía receptiva del oído tan indispensable para la elaboración del sonido. Solo el genio puede encontrar en su propio yo interior los líricos acentos del sonido, cuya génesis y regulación le ha sido negada por su órgano coclear, y en ello la anátomo-fisiología comparada nos dá la semblanza de elaboración con la de los poemas melódicos de los pájaros. Recuérdoles el preparado del oído interno del ave, carente de órgano de Corti. Cuando el ruiseñor deja oir sus arpegios, inspira su poema musical en su propio genio creador, no en las sugestiones externas de su vulgar oído; y cuando se le sorprende en la espesura del follaje en las plácidas noches de la selva renana, desgranando sus vertiginosas cascadas de notas, hinchado, iadeante, ardiente, como arrebatado por la propia belleza de sus trinos, en rigos debe de considerársele, como un creador sordo, posesionado de su armonía interior, al estilo de Beethoven.


Agreguemos al final de todas estas consideraciones emitidas así tan a la ligera, las que sugieren hasta el mismo silencio en sus diversas reacciones.

Las más comunes vosotros las conoceis porque las habéis sentido frecuentemente; y están expresados en versos de todas las épocas. Fray Luis lo dijo: - dichoso de aquel que huye del mundanal ruido -, y más serenamente aún San Juan de la Cruz - La noche sosegada, en pos de los levantes de la aurora, la música callada, la solédad sonora...; lo ha repetido Maeterlink, que entiende como nadie el idioma de las cosas en éxtasis y de los ámbitos silenciosos; y lo ha expresado Ibsen cuando pone en labios de uno de sus protagonistas aquella frase: - Escucha, escucha este silencio!

Pero hay además otras menos frecuentes, pero indudablemente reales. Tal la reacción de Grantaire que describe Hugo. Vosotros recordais aquellas páginas humeantes de pólvora y de gloria en las horas trágicas de las barricadas. Ya nada falta para la toma por asalto de la taberna de Hucheloup, ni los adoquines, lloviendo desde la ventana y el tejado de los sitiadores, exasperando a los soldados con aplastamientos horribles, ni los disparos desde la cueva y la bohardilla, ni el furor del ataque, ni la rabia de la defensa, ni en fin, - cuando cedió la puerta -, la frenética demencia del exterminio. Los sitiadores al resbalar dentro del bodegón, los piés enredados en las tablas de la puerta hechas astillas, no han hallado un solo combatiente. La escalera de caracol cortada a hachazos yace en medio de la sala baja; algunos heridos acaban de expirar; los que viven aún refugiados en el piso principal abren desde el agujero del techado espantoso fuego. El ruido es indecible; un humo concentrado y ardiente derrama así la noche sobre aquel combate; no son hombres en aquella lucha entonces infernal. Son demonios que atacan y espectros que resisten; es la monstruosidad del heroísmo en el infierno de Alighieri. Mientras tanto Grantaire duerme desde la víspera, desde que se inició el asalto en la sala alta del figón, sentado en una silla, recostada la parte superior del cuerpo sobre una mesa de pino, apoyada la cabeza en el brazo, cercado de vasos, copas y botellas. Grantaire duerme su vino, bajo el arullo del estruendo. Ni el fuego de los fusiles, ni el del cañón, ni lametralla que penetra por la ventaria de la sala donde duerme serena y profundamente, ni la clamorosa barahunda del asalto lo despiertan. Pero el ruido se detiene. Ya no queda en pié en la defensa mas que un hombre; es Enjolrás; el jefe, jóven, soberbio, ensangrentado, bello indiferente, altivo, con la cabeza erguida, con los brazos cruzados, el arma rota a un lado, que espera el fusilamiento. El ruido atronador se convierte de súbito en una especie de solemnidad sepulcral. Grantaire el borracho, se despierta sobresaltado. Su sumo acunado por la fusilería y el estrépito se detiene de súbito sorprendido ante la calma trágica. Lo que no había logrado el estrépito de 24 horas, lo realiza el silencio de un minuto. Grantaire abre sus ojos desmesurados y contempla el espectáculo impresionante que ofrece en su estática altivez su jefe, cual un semi-Dios imberbe, encarnación viviente de la libertad por la cual lucha.

El silencio se ínterrumpe al grito del borracho ya lúcido, "Viva la República!"; y los dos amigos, estrechados de la mano en una última afirmación de su hermandad espiritual, caen acribillados bajo el fuego de los asaltantes.

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